La lluvia golpea los cristales del coche, a lo lejos nos acompaña en el viaje el toro de Osborne, fiel compañero de carreteras ajenas, también en noches de luna llena, donde la vida nos sigue a la carrera, te miro de reojo, tú feliz por cambiar de aires, yo sin saber dónde irá mi alma ya...
En esas pocas horas percibí lo que no quería, lo que se me escapaba entre las manos, lo que ya se perdía, toda la magia que ya no volvería...
Mi mirada se perdía a lo lejos, el Peñón nos observaba como el testigo mudo que nada dirá de lo que todos le confiesan a media voz, ya nada volverá a ser igual, te siento lejano, estás pero yo sé que ya nunca más estarás de la misma forma aunque suene a juego de palabras, lo prefiero así, hay cosas y momentos en la vida que no se pueden forzar, o pasan o nos sobrepasan, hoy elijo que esto pase y no que me sobrepase, te pierdo, aunque la verdad tampoco estoy muy segura de que alguna vez te tuviera, mejor así, todo pasa y poco queda, parafraseando a Machado, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, sea como sea, sea donde sea, cada uno tira por un camino, llega el silencio que todo lo cubre, que todo lo recubre como si fuera una mano amiga, con ternura, con suavidad, con toda la calma del mundo, nos invita a caminar, a seguir mirando aunque ya no vaya de tu mano, me quedo con el recuerdo de tu sonrisa, de tu aroma, de esa mezcla de café y tabaco, del brillo de tus ojos de niño eterno, de tantas cosas que ya se perdieron, se las llevó ese levante tremendo, mejor el silencio que el odio, prefiero ignorarte a odiarte...
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