jueves, 22 de abril de 2010

Retomar las riendas de la vida

La primavera ha llegado a nuestras vidas como agua de mayo, la hemos recibido con los brazos abiertos para que se quede aquí con nosotros.

Echo de menos los almendros en flor de Torino, el calor que emanaba de ellos cada mañana cuando me daba un paseo para ir a clase a Palazzo Nuovo, pasear por aquella avenida enorme era como volver a Sevilla en primavera, como cantaba el Soto "y cuando vuelva a Sevilla en primavera, volveré a mis veinte años recorriendo sus callejas, y volveré al olor de los naranjos, a vivir un jueves santo y una mañana de Feria... y renacerá en mi alma la alegría cuando vuelva", cuando me entraba nostalgia lo cantaba por lo bajini (luego supe que mis compañeros españoles de piso me llamaban la folclórica, uno de ellos cuando volvió a casa después de los turrones hasta me trajo de regalo de Reyes un cd de Antonio Molina, dos lagrimones como dos perlas se me cayeron, a su modo y fuera cachondeo era todo un detallazo, y la canción de Juanito Valderrama El emigrante que también venía en el cd me dejó fuera de combate), que levante la mano el que no se haya emocionado con ese "cuando salí de mi tierra volví la cara llorando porque lo que más quería atrás se iba quedando...", pese a todo eso sigo saliendo de casa porque es cuando uno viaja cuando aprende a querer a su tierra, mirándola de lejos con esa mirada empañada por la nostalgia, y luego cuando uno regresa se la quiere mucho más si cabe y se la valora en lo que vale a pesar de todo...

La lluvia en Sevilla ¿una maravilla? Hoy sí



"Llueve en Sevilla... yo tampoco lo esperaba, pero estas cosas suceden así...". (Siempre así)

Con la llegada de la primavera llegó a mi ciudad no sólo el olor a azahar y a romero, esas peaso de tardes de sol para pasear en buena compañía por la verita del río (esa Triana que no me falte), tomarse el consabido café o el té en la tetería de siempre (tú sabes cuáles son, búscame allí, moreno de mi arma), sino también el olor a albero mojado y caballos, el aroma a manzanilla, rebujito y pescaito frito, el traqueteo y el vaivén de los coches de caballos, y la alegría y el colorido de los trajes de flamenca que cada año adornan las calles del Real como si fueran los pétalos de un ramo de flores creado por una mano indecisa y jaranera, hoy no me pesó que la lluvia no me dejara disfrutar de ese hormiguero humano en que se convierte la Feria los días "señalaitos" ya que por sorpresa me encontré con una animada reunión de mis alegres "sorelle" a las que mando un abrazo desde aquí y les recuerdo que la próxima tertulia tendrá lugar en la sede bermejalensis, si Dios, el tiempo y nuestros respectivos quehaceres lo permiten, sólo quería escribirles estas líneas para agradecerles que estén en mi vida, que me aporten tantas cosas lindas, y sobre todo que no dejen que olvide nunca que, pese a quien pese, y a pesar de como la vida nos trate, con sus ratitos buenos y sus ratitos menos buenos, con gente como ustedes la palabra amistad sigue teniendo sentido en este alocado mundo de lo cotidiano, con momentos compartidos como el de hoy, seis niñas mirando cómo cae la lluvia mientras veíamos pasar por delante de esa cafetería que nos sirvió de inesperado refugio niñas con trajes de gitana, coches de caballos, autobuses hasta la boca de gente todos camino de la Feria, ese bullicio del que disfruta Sevilla en primavera casi como si quisiera recuperarse de la semana de Pasión que hace poco hemos dejado atrás, nuestra ciudad es así, una tierra de contrastes, de luz y oscuridad, de Sevilla y Betis, de querer y no saber, de tanto soñar y no llegar, de tantas lágrimas de sal, de risas que saben a vida, a futuro y libertad, ojalá, gracias a la lluvia por esa charla y la compañía...